La Mujer del Maestro - los cazadores del estilo perdido



Hace bastante que leí Acerca de Roderer de Guillermo Martínez, era de las cosas de la literatura Argentina que me había gustado mucho… antes de leer a César Aira, Ariel Idez y Gustavo Ferreyra pensaba que Martínez era de la “nueva generación” de escritores Argentinos… Ahora estoy absolutamente convencido de que es de los últimos de la vieja. 
Estilo neutro salvo para los diálogos (y hasta por ahí nomás), bastante forzado y artificial… esas cosas que cada vez banco menos. Es lo que me pasa con el cine argentino, ¡no se les cae un dialogo natural ni bajo amenaza de muerte!

Ejemplo:

“¿Qué haces vos aquí?”

¿Qué pasó? ¿Nos quedamos a mitad de camino? ¿“vos” se puede usar pero “acá” ya es demasiado?... ok, no es tan terrible como ¿Qué haces tú aquí?, pero no entiendo que les pasa a los escritores argentinos, ¿miran telenovelas venezolanas mientras escriben? ¿Le dan a una marca de paco gallego?

En fin, inexplicable… todo el libro está plagado de esas perlitas, agravado por un estilo que por momentos se parece a un ataque al hígado:

“No pudo verla bien al principio -el sol a través de la vidriera daba ahora en la boca del pasillo- pero cuando ella estuvo más cerca y alzó la cabeza hacia él se encontró mirando una cara de una belleza serena y extraordinaria. Los ojos, azules, francos, intensos, se cruzaron por un instante con los de él en una rápida mirada de reconocimiento; ella fijó enseguida su atención en el afiche de la puerta, sonriendo levemente para sí, pero él siguió mirando el pelo largo y suelto, la boca de trazo perfecto, la línea pura y profunda del cuello. No estaba vestida de una manera particularmente llamativa, y aun así la tela delgada de la blusa hacía vibrar una nota sensual firme e inesperada.”

Cursi, se me ocurren 100 cosas que cambiaría y es un párrafo de 124 palabras. “se encontró mirando una cara de una belleza serena y extraordinaria”… escribe con el lenguaje de 1950 y elige usar “cara” en lugar de “rostro”“los ojos se cruzaron en una rápida mirada”… ¿no se podía resolver de otra forma?... “la boca de trazo perfecto, la línea pura y profunda del cuello”… ok, ya tengo dolor de cabeza. “la tela delgada de la blusa hacía vibrar una nota sensual firme e inesperada”… se quedó sin adjetivos pelotudos para agregar, cuando… ¡PUM! ¡Apareció inesperada!... éste párrafo esta en las primeras páginas del libro, y me costó bastante seguir adelante.

El problema de Guillermo Martínez no es que no tenga cosas interesantes para decir, es cómo las dice. 

“El Cristo vuelto a la vida de Lucas, que pide que lo pellizquen y le den de comer pescado asado para desvanecerse convenientemente cuarenta días después. ¿No era un sarcasmo de la historia que la Iglesia se hubiera perpetuado y vencido gracias a lo que consideraba más despreciable, más efímero, más expuesto al pecado? Una ilusión biológica que duraba veinticuatro horas antes de hincharse y empezar a apestar.”

“¿Sabe por qué mis libros son tan buenos? Porque en el fondo los desprecio. Las palabras, las divinas palabras, aprendí a tratarlas como lo que son. En ese sentido los libros se parecen a las mujeres: adórelos, dé la vida por ellos, y nunca los tendrá; desprécielos, desprécielos de verdad, y se dejarán escribir de corrido.”

A esta altura, creo que leí suficiente como para convencerme de que no hay sustituto ni para el estilo ni para el contenido. Y es siempre mejor ser breve que pesado.

La de Martínez es una historia simple en torno al conflicto entre un escritor en el final de su carrera y otro que acaba de escribir su primer libro. Es una historia sobre dos obsesiones, una el libro de Jordán que está escribiéndose desde hace 15 años, la otra su mujer.

En un dialogo a solas entre los personajes principales, Jordán dice, cómo crítica “hace falta leer una biblioteca entera para entender su libro…” y trata de convencerlo de que no escriba cosas profundas, que escriba trivialidades, predice “los hombres que veo venir no entienden más, entienden mucho menos.” E insiste “el problema no es que a uno le toquen épocas difíciles para vivir, sino que le toquen épocas estúpidas.”

Como ya dije, ésta historia es simple, es trivial… todo este dialogo sobre lo trivial puede ser un juego autorreferencial interesante, o una crítica hipócrita al resto de la literatura contemporánea. 

Cómo sea, es difícil recomendar una novela cuya única virtud es su brevedad.

Death on the Installment Plan



Ya conté que mi proceso de selección es caótico, pero además demuestra que el azar puede ser muy caprichoso. Los últimos tres libros que leí tienen un fuerte contenido autobiográfico… yo que siempre trato de leer cosas diferentes para no embolarme.


Death on the Installment Plan (Death on Credit) narra la historia de Ferdinand, empieza con su vida como practicante de medicina, e inmediatamente vuelve al pasado desde donde cuenta una infancia imposible.


Arrancar con Louis-Ferdinand Céline es fácil, es desordenado, intenso, grotesco…

She has the combined vices of the whole family, she´s a real bitch... a synthesis.

Unless a man was drunk and it was very dark, she didn't have a chance.

 … She did all she could to keep me alive, I just shouldn’t have been born.

I really caught on… the polite passion… the deep luscious melody… All those visions to jerk off on…

Later they closed their door… the door to their bedroom… I slept in the dinning room. The missionaries’ hymn came in over the walls…

Infinidad de momentos dignos de ser recordados, breves y efectivos, en un lenguaje preciso, despreocupado y liberado. Pero después de un rato, llegando al tercio de la novela, el estilo sobrecargado comienza a hacerse repetitivo… el texto se vuelve lodoso y pesado.

Empieza a describir cosas imposibles, algunas muy divertidas, pero una atrás de otra, atrás de otra…

The kids tried to have a little fun in the yard, but it was pitiful, the wall in front was so high it crushed you, it killed their desire to play. They went back in to struggle for good conduct tokens… Hell!
I wish the storm would make even more of a clatter, I wish the roofs would cave in, that spring would never come again, that the house would blow down.

Hasta los extremos:

I had my troubles too, damnit all! I was in a jam too, just as bad as they were… I hadn’t come to beg… either for dough of for food… I wasn’t asking them for anything… Only I didn’t want to join in their lousy bellyaching… I didn´t feel like crying into the soup or grazing on their troubles… I hadn’t come to be comforted… Or to complain either… I’d simply come to say good-bye… Shit and period!... They might have been pleased…
“Ah, it’s easy to see that you’re not the one that toils and struggles around here… that you don’t have to work your fingers to the bone trying meet our obligations. Ah, it’s a fine thing to be carefree…”

Cuando escribí sobre Piquito de Oro, elogié indirectamente el estilo, ese stream of consciousness medio forzado… medio roto… lleno de puntitos... En aquel momento pensé que era una marca registrada de Gustavo Ferreira, hoy veo que el estilo es un homenaje. Y hay varios homenajes en la novela de Ferreyra que tiene que ver con Céline.

Céline aporta indirectamente al existencialismo, hay muchísimo dolor, muchísimo sufrimiento… y una sensación de ruptura, de hartazgo que por momentos me recordó un poco a La Caida de Camus:

I don't feel like changing any more. There are plenty of things I could complain about, but I'm stuck with them. I'm a pain, but I adore myself as much as the Seine stinks.

Y algunas verdades que jamás vi mejor expresadas:

I hate all jobs. Why should I make distinctions? … You won’t catch me singing any hymns of praise… I’d shit on the whole lot of them if I could… That’s what it is to work for hire...

Terminar Death on the Installment Plan fue doloroso, la sensación de leer estilo puro durante cientos de páginas sin avanzar a ningún lado lo convirtieron en una experiencia tortuosa. Cada nueva situación condenada a sufrir el desenlace inevitable de todas las anteriores, queda la sensación de que buena parte de la novela se podría haber evitado y esto hubiera resultado en una mejor novela.
 
El libro termina sin que la historia vuelva al punto de partida. Queda un hueco, un espacio entre lo último que cuenta de su pasado y lo que cuenta al comienzo… creo que eso es lo que narra en Journey to the End of the Night, que es su novela más conocida. Por qué no leí esa primero es un misterio que ni las leyes de Murphy pueden develar…