Siguiendo mis investigaciones sobre bots conversacionales,
caí en este libro: The Most Human Human: What Artificial Intelligence Teaches
Us About Being Alive de Brian Christian.
Un libro no muy pretencioso, con una premisa simple.
Cada año, la comunidad de investigadores y desarrolladores
de IA (Inteligencia artificial) se reúnen para que sus bots compitan y traten
de pasar el test de Turing, donde varias IA compiten contra humanos para
determinar si las computadoras pueden “pensar”. La IA que engaña al mayor
número de jueces gana el premio a la “Computadora más humana”, el humano que
consigue convencer al mayor número de jueces de que no es una IA gana el premio
al “Humano más humano”.
Y así arranca, el autor describiendo cómo se preparó para
tratar de ganar el premio al “Humano más humano”, y cómo en el camino aprendió
un par de cosas sobre qué es lo que nos hace humanos.
Comienza contando la historia de cómo el hombre busca
responder a la pregunta de “que nos hace únicos”, qué nos hace especiales.
Durante siglos de filosofía occidental, la respuesta a estas
preguntas, fue siempre nuestra capacidad como seres racionales. Lo que nos
diferencia del mono, el caballo, los delfines, o cualquier otro ser vivo es
nuestra capacidad de ser racionales.
Llegado el siglo XX, von Newman, Touring y demás, de golpe
estamos arrinconados, si lo que nos hace únicos es la capacidad de ser
racionales, la existencia de una computadora nos pone en jaque… estas son
directamente incapaces de ser irracionales (el Homo
œconomicus de la escuela neoclásica) y hay que volver a repensar que
nos hace únicos.
Acá aparece la corriente, muy popular en la actualidad, de
la cosa intuitiva, de cómo lo que nos hace únicos es la capacidad de adaptarnos
y resolver problemas, la curiosidad, la capacidad de asombro, etc…
What appeals to me about this notion -the mongrel art, the lichen, the monkey and robot holding hands- is that it seems to describe the human condition too. Our very essence is a kind of mongrelism. It strilkes me that some of the best and most human emotions come from this lichen state of computer/creature interface, the admixture, the estuary of desire and reason in a system aware enough to apprehend its own limits, and to push at them: curiosity, intrigue, enlightenment, wonder, awe.
Y sigue disgregando sobre la nueva moda bastante promovida
por el “management” de cómo los “estados” de alto rendimiento son menos conscientes,
menos robóticos, y más intuitivos.
It's interesting that the human ability to be self-aware, self-conscious, to think about one's own actions, and indeed about one's own thoughts, seems to be a part of our sense of unique "intelligence," yet so many of life's most -you name it: productive, fun, engaging, competent- moments come when we abandon such hall-of-mirrors frivolities and just, a la Nike, do things. I am thinking here of sex, of athletics, of the performing arts, of what we call the "zone" and what psychologists call "flux"- the state of complete immersion in an activity. When we are acting, you might very well say, "like an animal"- or even "like a machine."
Avanzamos un poco más y llegamos a una encrucijada, ¿la
conversación es un arte o es una ciencia? ¿Es absolutamente mecanizable? ¿Es un
problema computable?, ¿se puede plantear un método para crear arte, se puede programar
la intuición, la inspiración?
Y acá me veo tentado a elevar la apuesta, de exceder el
alcance del libro. Inteligencia es un término bastante ambiguo, lo que buscamos,
lo que realmente nos preguntamos no es si
las maquinas pueden ser inteligentes es si pueden ser consientes.
Touring no era ningún boludo, y aunque las preguntas sobre
la conciencia y la inteligencia no estaban muy bien planteadas en su tiempo,
tuvo la visión de proponer una prueba que posiblemente sirva para probar las
dos cosas en forma simultánea, porque un sistema complejo capaz de formular y
entender el lenguaje en forma consistente, de mantener conversaciones con
cualquier ser humano sin despertar sospecha, es posiblemente un sistema consciente.
Volviendo sobre el alcance del libro, lo que el autor
plantea, que no es muy diferente, es que una conversación, una vez que se
superan los formulismos y las banalidades, es un arte elevado difícil de
reducir y formalizar.
Sobre el final, algo que comparto porque me pasó en más de
una oportunidad, el autor expone cómo el hecho de tratar de modelizar o de
entender algo en profundidad, produce en uno la capacidad de apreciar y valorar
en forma diferente el objeto de estudio.
Es estudiando esos puntos donde la IA hace agua que el autor
aprende a valorar más el diálogo, entendiendo que una conversación, cómo la
vida, no tiene objetivos. Y esto hace de momento imposible programar un
algoritmo para resolver algo que no necesita, ni tiene resolución.
Games have a goal; life doesn't. Life has no objective. This is what the existentialists call the "anxiety of freedom." Thus we have an alternate definition of what a game is - anything that provides temporary relief from existential anxiety. This is why games are such a popular form of procrastination. And this is why, on reaching one's goals, the risk is that the reentry of existential anxiety hits you even before the thrill of victory- that you're thrown immediatly back on the uncomfortable question of what to do with your life.