Me pasa que de algunas cosas que
leí hace unos meses no me acuerdo casi de nada y me pregunto si el problema es
el texto o el lector. Para mi insatisfacción, me parece que independientemente
de que muchas veces leo boludeces, de a poco me voy convirtiendo en un lector
pasivo, me subo al asiento de atrás y dejo que me lleven… y como casi siempre
que uno deja que lo lleven, después es muy difícil recordar el camino
recorrido.
En el 2009 cuando empecé a
escribir en este blog puse que el propósito era aliviar la comezón que me
acosaba en el escaso tiempo libre. Me sigue sirviendo para aliviar esa comezón,
pero ahora veo que uno de los principales motivos para volver a escribir es forzarme
a ser sujeto crítico y dejar de ser un consumidor de entretenimiento.
Cuando leo un libro pensando que
después voy a escribir algo, me convierto en un lector un poco más atento, me
fuerzo un poco a pensar más en lo que estoy leyendo y salgo
del estupor de pasar páginas hasta que termine el libro. Cuando termino la
lectura y pienso en qué voy a escribir, las ideas decantan y prenden.
We speak, not only to tell others what we think, but to tell ourselves what we think. — John Hughlings Jackson
En este caso puedo afirmar sin
miedo a equivocarme: Escribo no tanto para decirle a otros lo que pienso, como
para decirme a mí lo que pienso.
O como en esta otra cita de Edward
Morgan Forster:
How do I know what I think until I see what I say?
Descubro que es lo que pienso
respecto de muchas cosas, reflexionando mientras escribo.
"I do not know what I think until I write it."
— George Bernard Shaw
Éste es un ejercicio de reflexión, una forma de estar un poco
más despierto, un poco más atento, de dialogar conmigo durante el tiempo
necesario para escribir estas ideas. Si después le sirven a alguien, o
estimulan a alguien a reflexionar un rato, tanto mejor.